jueves, 29 de septiembre de 2011

El ser humano... ¿es maravilloso?

     Cuando se produjo la escisión en el coetanismo entre cromañones y neandertales hace aproximadamente unos treinta mil años al desaparecer estos últimos de la faz de la Tierra, nuestros ancestros y ascendientes directos se vieron en la rudimentaria tesitura de sobrevivir en solitario como únicas mentes con capacidad de raciocinio, de la manera que fuera y al precio que fuese, en un mundo tremendamente hostil. Los caprichosos vaivenes de la naturaleza propiciaban la vida o castigaban con la muerte con mayestática indiferencia. Arrostrar peligros y coquetear con la extinción constituían la más absoluta cotidianidad mientras que nuestra especie, en la más rotunda precariedad, se encontraba a merced de extrañas y poderosas fuerzas que desconocía y ni mucho menos controlaba. Ante este desolador panorama de inferioridad y para hacer frente de alguna manera a este universo de incertidumbre empezamos a NECESITAR, y al hacerlo comenzamos a PEDIR y por consiguiente a INVENTAR. El miedo a morir o nuestro básico instinto de supervivencia empezó a trabajar en la creación de "algo" omnipotente que pudiera contrarrestar ese poder desconido a la vez que inmisericorde, que segaba la vida por doquier y con enorme facilidad. Aparecieron de la nada y por arte de magia (o de la necesidad) toscos espíritus a los que encomendarse, espíritus de cualquier cosa... todo valía para agarrarse a un rayo de "esperanza" en un entorno inhóspito y cruel. Ríos, rocas, bosques, vientos, montañas, todo era válido para postrarse e implorar clemencia... la debilidad humana había hecho acto de presencia para no desaparecer jamás.
     El inexorable paso del tiempo fue haciendo de la evolución humana una constante y la sofisticación a la hora de satisfacer convenientemente la "necesidad" creada... también. La figura del "intermediario", siempre encarecedor del "producto", surgió, como no podía ser de otra forma, al unísono de la "creciente demanda", complicando y jerarquizando con boato un negocio tremendamente lucrativo en aras de colmar esperanzas y satisfacer debilidades... el "circo" estaba montado. Aquellos rudimentarios espíritus dieron paso a coléricos o bondadosos dioses más complejos, con comportamientos curiosamente humanos que regían no ya solo la desdichada vida del momento sino la utópica y anhelada eterna felicidad ...
     El politeísmo dio gradualmente paso al monoteísmo, más evolucionado pero con las mismas connotaciones elitistas de antaño ... idéntico perro pero con distinto collar; si un "negocio" funciona para qué lo vamos a estropear. La mente humana es débil, carece de templanza y en numerorísimas ocasiones del valor necesario para enfrentarse a los problemas por sí misma ... es mejor que "alguien" o "algo" nos resuelva las adversidades. Y como nuestra capacidad de inventar seres superiores no tiene límite nos refugiamos en la religión, el esoterismo, las fuerzas ocultas, las leyendas, los mitos, las "energías cósmicas" que al parecer están a nuestro servicio para que alguien se enamore de nosotros, y si no nos basta con todo esto no tenemos ningún problema para traernos seres de otras galaxias dotados de poderes especiales, que deben de estar tan sumamente ociosos que no tienen otra cosa mejor que hacer que estar pendientes de nuestras estupideces.
     Personalmente, a esta incongruente falta de coraje que esgrime el ser humano no le daría mayor importancia, salvo por la vergüenza que siento al pertenecer a una especie que "necesita" tantas cosas, sino fuera porque viene aderezada de un egoísmo y una codicia que propicia la explotación, la esclavitud, la agonía y el asesinato para con aquellos que la naturaleza les otorgó la venia de vivir en este planeta al mismo tiempo que los castigó con nuestra mortífera compañía. El Hombre pide, desea, anhela... y finalmente coge lo que le apetece como sea y de donde sea sin importarle las consecuencias o el daño implícito en ellas.
     Somos una especie débil de espíritu y de carácter, a la vista está que no podemos dar ni un paso sin encomendarnos o pedir ayuda a algo superior, pero al mismo tiempo tremendamente dañina con los más desvalidos a los que machacamos sin piedad... eso solo tiene un nombre.
     Incluso cuando se trata de causas nobles tenemos que mostrar la verdadera mediocridad de nuestras acciones, anteponiendo una exacerbada vanidad y un orgullo mal entendido en detrimento de la verdadera esencia del asunto en cuestión... En la actualidad está muy de moda subirse al carro del animalismo o del activismo, gente que se da golpes en el pecho por colocar sus posaderas en una sentada ante un organismo público reivindicando algo o por proferir alaridos en una manifestación, también están aquellos que se cuelgan medallas por estar el día entero en internet colgando mensajitos, malsonantes la mayoría, en contra de las corridas de toros o por la patética utilización de animales en fiestas patronales de algunos pueblos... vamos a ser SERIOS y COHERENTES de una vez, no me sirve de nada tu asistencia a una manifestación por muy plausible que sea  la causa o si te hallas en una sentada reivindicativa para luego irte a comer al Burger King, como tampoco me sirve que estés el día entero idiotizado en las redes sociales publicando artículos y noticias (que no son ni tan siquiera de tu cosecha) si luego te bebes un par de vasos de leche y te calzas unos zapatos de piel. Tampoco comulgo con aquellos animalistas de medio pelo que abogan constantemente por la abolición de los toros mientras que su compasión no se aproxima ni un ápice a los mataderos, a las granjas o a las miles de crueldades que suceden diariamente a lo largo y ancho de este mundo. NO podemos elegir temas "estrella" porque son más mediáticos que otros... eso es HIPOCRESÍA. En un día de actividad cinegética mueren más seres inocentes que toros en un año entero de corridas en el todo el mundo, al igual que son asesinados más cerdos en una sola jornada que todos los animales destinados a festejos en cinco años... NO podemos, NO debemos sectorizar la compasión porque TODOS merecen la misma sensibilidad y la misma solidaridad. A ver si nos enteramos de una vez, la verdadera esencia del problema, la génesis de esta gran batalla NO está ni en Tordesillas, ni en Algemesí ni en la plaza de las Ventas, está en tu despensa, en tu frigorífico y en tus hábitos de vida. Si tú NO consumes NADA que provenga de los animales el mayor porcentaje de seres inmolados para nuestro capricho desaparecerá... así de sencillo. En cualquier caso he de decir que puestos a elegir prefiero, sin lugar a dudas, al activista de medio pelo en detrimento del "bulto" humano de melena completa.
     Es más que evidente que no me gusta nuestra especie y por ende no espero nada de ella, lo cual hace que tenga meridianamente claro que en base a nuestro bagaje, nuestra forma de ser y nuestro comportamiento, no solo de ahora sino desde la perspectiva que me otorgan estos últimos 30000 años, mi esperanza en la redención del Hombre es nula; tan solo tengo que alzar la vista, mirar en derredor y VER que las cosas NO van a cambiar. Por todo ello pienso que NO deberíamos alcanzar nunca la tecnología necesaria para colonizar otros mundos, porque a la vista está qué es lo que se puede esperar de nosotros. Sería deseable que nos quedáramos aquí, muy quietecitos, continuando con la tremenda estulticia de seguir matándonos a nosotros mismos, y para nuestro sonrojo más absoluto, continuar masacrando a los animales que han tenido la inmensa desgracia de compartir este planeta con una especie absurda e incoherente... y no mancillar con nuestra presencia otros lugares. Es lo que hay.

martes, 20 de septiembre de 2011

Veganismo: la Numancia del siglo XXI

     El ser humano es una especie incongruente, llena de contradicciones, comportamientos absurdos y fácilmente proclive al hedonismo más enervante. La comodidad y la propensión a la molicie presiden nuestros actos y nuestra existencia... con todo lo que acarrea. La inercia, el borreguismo y la tradición insensata nos empujan inexorablemente hacia la claudicación ante unas reglas establecidas por unos pocos aunque ello suponga la crueldad y el exterminio de muchos. Ya no pensamos, ni reflexionamos ni por supuesto analizamos... la indiferencia se ha adueñado de nuestra vida mientras a nuestro alrededor un grotesco baile de dolor y muerte escenifica una obscena coreografía plagada de vejación y barbarie.
     Pero lo más triste de toda esta historia es la insultante aquiescencia con la que asumimos esta patética indiferencia ante lo injusto, ante lo irracional. Alimentarse de violencia y muerte es lo habitual así como vestirse de tortura y asesinato. No nos engañemos, la inmensa mayoría de la gente sigue estas pautas de vida a pesar del universo de horror que se esconde detrás... y no nos importa. ¿Esta es una especie compasiva?
      Sin embargo el colmo de la estulticia no acaba aquí, porque resulta que aquellos escasísimos "numantinos" que a pesar de la fortísima presión resisten y son fieles a unos ideales de respeto y misericordia para con los demás, son señalados con el dedo acusador de la ignorancia al mismo tiempo que se les tacha de "locos", "enajenados"... en definitiva, apestados leprosos que están "equivocados". Es decir, poner un cuchillo en la garganta todos los días a cientos de miles de cerdos, de corderos o de patos es lo "lógico". Tener esclavizados hasta la muerte a millones de vacas, gallinas o abejas es lo "normal". Machacar sin piedad a monos, conejos o cobayas para fabricar productos con los que tu piel sea más tersa o tus pestañas más atractivas es lo "racional". Apalear y despellejar aún en vida a focas, visones y cocodrilos para que te vistas a la última moda es lo "humano"...  BASTA YA de tanta hipocresía y estupidez. NO QUIERO ser así.
     El Hombre es cobarde e incoherente y una de sus primeras víctimas es la VERDAD. El comportamiento de una inmensa mayoría no legitima, al amparo de ese hecho, las consecuencias que se derivan de sus actos ¿o es que ya se nos ha olvidado que en la década de los años treinta del siglo pasado, en un país centroeuropeo, una inquietante a la vez que enfervorizada marea de fanatismo envolvía a la mayoría de sus habitantes en torno a un líder con complejo divino? Los pocos que se posicionaron contra la barbaridad que estaba por llegar se exiliaron rápidamente a otros países, y los que decidieron quedarse fueron acosados y privados de su libertad. Y yo te pregunto ¿quién estaba en posesión de la verdad, la mayoría que siguió a ese engendro de la naturaleza o los escasísimos alemanes que optaron por rechazar la ideología de la desigualdad y la violencia? Creo que la respuesta es OBVIA. Al igual que es meridianamente claro que las pautas de conducta preestablecidas como "normales" generan tortura, dolor y muerte. Sinceramente, no veo grandes diferencias de compasión entre lo que pasaba en Treblinka a lo que ocurre en un matadero, como tampoco logro discernir dónde está la clemencia en una matanza de delfines en Taiji con respecto a lo que pasaba en Auschwitz-Birkenau. Estoy muy cansado de las excusas, de las cortinas de humo, de las mentiras que esgrime la gente para justificar lo injustificable, porque lo real, lo trágicamente verdadero, es que hemos convertido este planeta en un auténtico infierno para los animales y para los más desvalidos.
     Por todo esto que acabo de escribir valoro muchísimo la fuerza interior y la encomiable actitud de esos pocos veganos que soportan, que aguantan, que resisten día a día los tremendos embates de una sociedad enferma y egoísta, carente de la más elemental noción de la sensibilidad, como igualmente admiro 2144 años después el valor y el arrojo que demostraron unos pocos, en defensa de su libertad, ante el inmenso poderío del mayor imperio de la antigüedad. La historia de la humanidad nos ha dejado algunos testimonios, convertidos con el paso del tiempo en auténticos mitos y leyendas, donde se relatan desiguales batallas en las que el corazón y la gallardía hacían frente a la intolerancia y el avasallamiento. Numancia se ha convertido en el icono de los que resisten, en la bandera de los que aguardan con estoicismo un final tan agónico como inevitable. Veinte largos años tuvo que emplear la maquinaria de guerra más perfecta de la época para doblegar la indómita valentía de un pueblo condenado a la muerte. Veinte años de enconada resitencia que situaron un minúsculo punto del centro de la península Ibérica en el olimpo de los elegidos, en el olimpo de los llamados a la gloria.
     Valerosos vacceos, irreductibles lusones y aguerridos arevacos pertrechados de nervio y ansia, de coraje y honor, ridiculizaron y amendrentaron a las legiones romanas durante dos décadas. Pequeños en número pero grandes en determinación, hombres libres... valientes guerreros, llevaron hasta las últimas consecuencias su amor por la libertad. Tuvo que ser uno de los más grandes generales y estrategas que ha dado la todopoderosa Roma, Publio Cornelio Escipión Emiliano, nieto del gran "Africanus", vencedor de Cartago, quien tras trece meses de crudelísmo asedio pudo al fin rendir la voluntad de unos pocos supervivientes. Los demás, muertos en combate o suicidándose antes de ser tomados como esclavos, ríen con soberbia desde el más allá porque jamás darán la satisfacción a Roma de ser capturados para vivir una vida de sometimiento y esclavitud. Los que quedan, niños, mujeres y ancianos, famélicos hasta el insulto pero con altivez en su mirada, desfilan ante el general romano y su inseparable Polibio, con la dignidad de un pueblo sometido en cuerpo pero libre de pensamiento.
     Una vez más, la pesada losa de la codicia y el poder amparada en la ceguera y protección de la inmensa mayoría ha salido victoriosa. La opresión vence a la libertad, la intolerancia a la razón, el puño al corazón... sin embargo todos conocemos Numancia y su leyenda, Numancia y su valor, Numancia y su resistencia. Hace más de 21 siglos un puñado de hombres y mujeres sin ninguna oportunidad pero libres, combatieron y murieron en aras de un sentimiento, de una convicción. Sangre y fuego, muerte y honor, acompañan con respeto el nombre de un pequeño pueblo de Hispania, masacrado y reducido a cenizas, que ha conseguido tener un lugar en la historia y su eco en la eternidad.

viernes, 16 de septiembre de 2011

¿Solo el toro de la Vega es la víctima? Revisa tu conciencia

     Hace unos días asistimos al lamentable "espectáculo" de una muerte anunciada, de un crimen marcado en rojo en el calendario de la estupidez humana en aras de una ancestral "cultura" basada en el tenebroso universo de la ignorancia. Tordesillas alcanzó su más que repudiable momento de "gloria" por un día al permitir y alentar un atroz asesinato donde un ser inocente fue vapuleado sin piedad por una caterva de deshechos humanos. Este despreciable capítulo de nuestra  "negra" historia  tuvo mayor eco y repercusión que en años anteriores, cadenas de televisión se hicieron partícipes de la noticia incluyéndola y censurándola en un lugar preponderante dentro de sus espacios informativos. Las redes sociales vivieron una agitación fuera de lo común tanto en la víspera como en el mismo día de la salvajada, los artículos se sucedieron sin cuartel y los comentarios y llamamientos se multiplicaron sin cesar. La gente estaba agitada, concienciada y solidarizada. Y yo me pregunto ¿por qué no tenemos este mismo nivel de ardor combativo y solidario con todos los demás animales, humanos o no, que mueren a diario en condiciones semejantes a las del toro de la Vega? Siempre me ha parecido ridículo el hecho de que se necesite un icono mediático para despertar nuestra corriente de simpatía y nuestra sensibilidad. Cada día, cada hora y a cada minuto son cruelmente asesinados en todo el planeta cientos de miles de AFLIGIDOS, en las mismas condiciones y con la misma injusticia que el malogrado toro de la Vega. No veo la misma vehemencia ni el mismo afán combativo y reivindicativo por una vaca anónima en una granja lechera o por un cerdo sin nombre con un cuchillo en el cuello en un matadero. TODOS SON IGUALES y todos merecen nuestra compasión y nuestra pelea... no tienen otra cosa.
     Sinceramente, me hacía mucha gracia pero sin ninguna gana de reírme, la ingente cantidad de mensajitos, la mayoría soeces y vulgares, que aparecían en las distintas páginas de corte animalista por internet, donde las dignas gentes de este país se rasgaban las vestiduras cuales ortodoxos judíos en un velatorio, proclamando a los cuatro vientos lo injusto de la situación y cuán compasivos eran ellos... vamos a ser serios, realistas y consecuentes de una vez por todas, estos espontáneos alardes de bondad NO VALEN para solucionar el problema de fondo; quiero que te quede clara una cuestión, ¿desde cuándo sentirse triste, dolido o compungido ante algo ha servido para solucionar el asunto? Creo que la respuesta es obvia. El toro de la Vega es execrable, pero es una vez al año... y evidentemente hay que luchar para erradicarlo, pero el verdadero holocausto animal está en otros tétricos lugares, en otros abominables campos de concentración y exterminio. Si realmente quieres hacer algo que sirva de revulsivo, algo que empiece a cambiar las cosas de verdad y no solo limitarte a lavar tu conciencia por un día deberás comenzar revisando lo que almacenas en tu despensa y en tu frigorífico, lo que guardas en tu armario y fijarte muy bien en cómo han sido testados los productos que compras para tu higiene personal y los que utilizas para la limpieza en general. En este tema, triste y dramático, no ha lugar para las medias tintas ni las buenas intenciones, porque si te apartas tan solo un milímetro de esta línea de pensamiento un ser inocente acaba siendo asesinado... es lo que hay. No seas un hipócrita cualquiera cuya ración de misericordia se ve satisfecha a través de un comentario en una página de la redes sociales, ve más allá, haz que tu lucha por la dignidad para con los animales sea el estandarte de tu existencia... CAMBIA tus hábitos de vida, NO necesitas NADA que provenga de los animales, ellos te lo agradecerán.       
     Comprendo que este tipo de decisiones, esta clase de cambios, implican un importante esfuerzo personal mas siempre he creído que nosotros somos los que debemos manejar nuestro paso por la vida y no al contrario. Tú estás plenamente capacitado para discernir entre lo que está bien y lo que está mal, no te dejes engañar por la historia, por la tradición, por el costumbrismo o por la vida fácil. Hay seres inocentes que no merecen morir para satisfacer la codicia de unos y la abulia de otros. Mira en tu interior, remueve tus entrañas, apela a tus ideales, pero CAMBIA. Una revolución personal que te hará más compasivo y mejor persona te espera, haz que tu paso por este mundo sea noble y respetuoso con los más débiles y desvalidos... dependen de tu decisión.
      Y para que veas que no eres el único que ha tenido que enfrentarse a un dilema importante durante su vida y como la historia de la humanidad está repleta de momentos decisivos, vamos a remontarnos bastante tiempo atrás y rememoremos uno de ellos en que alguien, quizá al igual que tú, tuvo que enfrentarse a una decisión...

     Año 49 antes de Nuestra Era, un hombre de viva inteligencia y ojos de halcón otea el horizonte con mirada circunspecta, ante sí un río.... una decisión. A lomos de Genitor, su caballo, sopesa las opciones, valora los riesgos. Su audacia es grande, su determinación... inquebrantable. Arrostrar peligros se ha convertido en algo cotidiano, habitual. Por su mente pasan a toda velocidad momentos delicados donde la diosa Fortuna puso algo de su parte para cincelar en piedra ese viejo sueño de convertirse en el amo del mundo conocido, de ser el punto de partida hacia un nuevo orden y una nueva civilización. Sus desencuentros con Sila son un vago recuerdo, su reciente victoria en Alesia un estímulo.
     Mayestático, echa un vistazo a sus hombres, leales compañeros... valientes soldados. Recuerda todos sus nombres, todas sus caras, sabe que su fidelidad es absoluta. Nueva mirada en lontananza, un suspiro... una decisión. Valiente y decidido azuza a Genitor para que se ponga en marcha y violar así una ley suprema, una tradición sagrada de siglos de antigüedad. El senado de Roma tiembla, Cayo Julio César cruza el Rubicón para instaurar una nueva forma de gobierno despidiendo la emblemática república y dando la bienvenida al mandato autoritario, dictatorial... alea jacta est.             

lunes, 12 de septiembre de 2011

Una perrera: campo de exterminio, muerte sin remisión

     Cuando me levanto por la mañana y me miro al espejo me cuesta mucho comprender cómo el ser humano puede sentirse tan ufano para celebrar unos juegos olímpicos mientras en otra parte del mundo un niño muere de inanición, cómo puede disfrutar de un mundial de fútbol al mismo tiempo que una persona fallece en otro punto del planeta por no disponer de un medicamento básico para curar una enfermedad tratable, cómo puede sentirse feliz en mitad de una gala en la que reparten unas estatuillas para premiar una película o a un actor cuando millones de animales, inocentes todos, son cruelmente asesinados a diario para satisfacer nuestra depravada codicia, un innecesario consumo o una patética diversión. La especie humana, insolidaria con el dolor y ajena al drama de sus compañeros de viaje, conmemora la Navidad, la Jánuca, el Eid al-Fitr y tantas otras esplendentes celebraciones al tiempo que convive y permite la explotación, el esclavismo, la tortura y el asesinato de seres inocentes, que desfilan ante sus impertérritos ojos en un grotesco y macabro baile de disfraces preñado de vergüenza y muerte. No encuentro palabras ni argumentos para poder justificar tamaña insensibilidad. Creo, desde la más absoluta humildad, que no habría nada que rememorar ni festejar hasta que ningún ser sobre este planeta tuviera garantizada completamente la dignidad así como el respeto que a todos nos corresponde o debería correspondernos desde nuestro nacimiento.
     Mi indignación y mi rabia aumentan sobremanera cuando un país, con sus correspondientes políticos a la cabeza, está henchido de orgullo porque se ha conseguido el título de campeón del mundo en alguna disciplina deportiva o porque algún atleta porta sobre su cuello una medalla de oro olímpica... como si ese título mundial erradicara de un plumazo la hambruna en Somalia o esa presea eliminara definitivamente la caza de focas en Canadá. Me importa muy poco, más bien nada, ese exacerbado patriotismo, a mi juicio mal entendido, que prioriza vanalidades en detrimento de necesidades. No estoy en contra del deporte, pues soy deportista, ni de nada que ensalce las escasas virtudes del ser humano mas no puedo atisbar ni un ápice de ética ni moral en nuestra irresponsable conducta, ¿o es que tú puedes comerte, con la conciencia tranquila, todos aquellos manjares que ponen ante ti en la cena de Nochebuena o cualesquiera otras celebraciones, mientras otros no disponen ni de tan solo un triste mendrugo de pan que llevarse a la boca?  La vida no es justa, el mundo... cruel, de modo que mi arrogancia en este asunto llegará tan lejos como exije mi conciencia.  
     Como lejos llegará mi vehemencia en el tema que voy a abordar hoy... las perreras y lo que sucede dentro de ellas. Voy a vencer la tentación, desagradable por otra parte, de extenderme en escabrosos y horripilantes detalles que he podido ver a la hora de elaborar este artículo, no aportarían nada a la esencia del mismo y por el contrario sí que alimentarían un mórbido e innecesario apetito por lo macabro. Lo que sí me llena de profunda tristeza es averiguar la forma en que tratamos a unos seres bondadosos, fieles y leales que un día cometieron el error de confiar en un ser humano. Compañeros que nos entregaron lo mejor de sí mismos sin pedirnos nada a cambio. Inocentes y cariñosos hicieron de nuestra existencia su centro del universo, alegres y juguetones anhelaban compartir caricias y diversión. Solo querían eso, nada más, ni comidas exquisitas ni regalos costosos, solo amor. Nuestra respuesta... la vil traición, el abandono más obsceno, la muerte sin remisión. Pero la crueldad del Hombre no acaba ahí, ni mucho menos, porque todos aquellos que no tienen un lamentable y tortuoso final tras ser arrollados en una cuneta o son apaleados por unos desaprensivos en un callejón acaban "encarcelados" en un tétrico corredor de la muerte, en una siniestra "milla verde" acusados de un "crimen" por lealtad y condenados por un "delito" de fidelidad. Ni tan siquiera somos capaces de disimular nuestro lamentable despropósito con un final sin sufrimiento, más bien todo lo contrario, porque al echar un vistazo a lo que pasa en el interior de muchas perreras, convertidas en auténticos campos de exterminio disfrazados, nos vamos a encontrar con la impiedad y el horror más absolutos.
     La falta de higiene es costumbre habitual, mezclándose con total irresponsabilidad animales sanos con otros enfermos llenos de parásitos internos o externos; verlos literalmente ahogados en sus propios excrementos es un cuadro dantesco y demencial que se repite con patética frecuencia. La asistencia sanitaria es una utopía. La mala alimentación unida a su escasez es una historia que se produce con inusitada continuidad a pesar de contar con fondos públicos para este menester. Darles de beber agua no potable es una práctica común. Debido a las condiciones de hacinamiento a que se hayan sometidos, estas pueden desembocar en conductas neuróticas provocando movimientos convulsivos así como comportamientos que derivan en el más atroz de los canibalismos. Y para colmo, por si todo lo anterior no fuera suficiente, se les mata indiscriminadamente con paralizantes musculares lo que les produce un final trágico y cruel envuelto en una agónica asfixia, cuando no fallecen congelados por el frío invierno.
     Tras este monstruoso e inmisericorde comportamiento podemos encontrar un elenco de bestias revestidas de carcasa humana que lo propician. Es difícil de creer, pero la piedad, en su vestigio más elemental, se encuentra ausente de estos campos de concentración consentidos y poco investigados para vergüenza de quienes corresponda. No olvides que esas casas de horror están sufragadas con TUS impuestos. También es muy importante que te conciencies para evitar todo este despropósito, y para ello, piensa en primer lugar que adoptar un perro o un gato es una responsabilidad para TODA la vida y NO un capricho pasajero. Una vez lo hayas meditado seriamente y tengas decidido continuar con tu decisión de compartir tu vida con un nuevo compañero, NO COMPRES... ADOPTA.
     Voy a plasmar aquí una serie de empresas que han sido denunciadas por incurrir en las prácticas descritas anteriormente, me gustaría que las tuvieras muy presentes y no olvidaras sus nombres. Creo que los miles y miles de perros así como gatos arteramente asesinados cada año lo merecen. En esta maquiavélica e infernal lista, antítesis por antonomasia a la de Schindler, nos encontramos a Bullyhof, El Xelan, Residencia de las Jaras, CERECO, Don Can, Can 2000, Fiel Amigo (la hipocresía hecha realidad), Sociedad Protectora de Animales y Plantas de Sevilla, CEPSA (empresa de recolección de residuos), Albergue Provincial de Animales de Cuenca y Protectora Amigos de los Animales de Palencia (con amigos como estos quién quiere enemigos).
     Como he dicho en muchísimas ocasiones y me ratifico una vez más, el cerebro humano tiene un gen defectuoso que lo hace extremadamente dañino y peligroso. Criaturas tiernas y nobles, abnegadas y sumisas, son masacradas con brutal iniquidad. Es difícil de entender que hay en el interior de una mente para albergar este recalcitrante salvajismo, porque lo único que yo puedo ver cuando miro a un perro o a un gato es afecto y amistad. Lo que espero y deseo de todo corazón es que estos mártires del oscurantismo humano puedan algún día vencer en su Ragnarok particular, y descansar por fin y para toda la eternidad en su merecido Valhalla.


viernes, 9 de septiembre de 2011

De las Termópilas a Tordesillas. Muerte y libertad

     Hace aproximadamente dos mil quinientos años tuvo lugar en la tierra que vio nacer la democracia y la libertad, una batalla que enfrentó a unos pocos contra el más colosal y numeroso ejército jamás reunido hasta la época.     
     Esos pocos, guerreros valientes... hombres libres, albergaban en su corazón la férrea voluntad de defender unos ideales grabados a fuego donde la justicia y la igualdad sustentaban los cimientos de una incipiente construcción en la que el ser humano NO debería ser pisoteado por otro ser humano.
     Ira y fuego, sangre y honor, presidieron los tres días que duró el combate. La ingente desigualdad no dio opción a la suerte ni al milagro, la valentía y el arrojo no pudieron contener a la barbarie y el oscurantismo. Sin embargo, la historia o más bien el juicio supremo del paso del tiempo, ha emitido su particular veredicto sobre quién fue el gran vencedor en las Termópilas.
     Las huestes de Leónidas, pequeñas en número pero grandes en determinación, sabían que eran poseedoras de la verdad y la esperanza en un futuro mejor. Coraje y ansia, valor y muerte, fueron fieles e inseparables compañeros hasta el final de ese puñado de hombres libres cuyas ideas y principios fueron más importantes que su propio sufrimiento, que su propia existencia. La masacre de las Termópilas convirtió una derrota en victoria, la muerte en vida, la esclavitud en un canto a la libertad.
     Todas las épocas de nuestra cruel y dramática historia están plagadas de ejemplos y situaciones similares, donde la sinrazón y la inclemencia del camino fácil, el sinsentido y la insolidaridad del sendero cómodo, mueven nuestra cotidianidad, convenientemente dirigida, en pos de los intereses más abyectos de unos cuantos desaprensivos carentes de cualquier escrúpulo y compasión. La desigual lucha de aquellos que tenemos la firme convicción de que los animales, tanto humanos como no humanos, NO deben ser explotados, humillados, vejados, torturados y asesinados es, con casi veinticinco siglos de diferencia, la misma en proporción numérica que la de aquellos valerosos espartanos al frente de la coalición griega ante el semidiós y rey de reyes, Jerjes. No obstante, esa pequeña luz rodeada de inmensa oscuridad posee, igual que antaño, la fuerza y el valor, la valentía y la determinación, para que nuestras palabras pero sobre todo nuestros hechos, sean recordados y tengan su eco en la eternidad.

     Voy a escribir ahora sobre una realidad más cercana en el tiempo, cuya puntual y macabra cita con el calendario tendrá lugar en unos días... la fatídica "celebración" del toro de la VEGA en el municipio vallisoletano de Tordesillas.
     Cuando conoces los pormenores de este sinsentido es difícil entender cómo los seres humanos pueden comportarse con semejante violencia e inmisericordia, y mucho menos comprender la "argumentación" de esta nefasta tradición... básicamente porque no hay explicación remotamente racional que sea capaz de sustentarla.
     Una criatura noble y majestuosa será privada vilmente de su dignidad para capricho y satisfacción de una caterva de miserables disfrazados de "gallardos guerreros" que dando rienda suelta a su depravación más denigrante, persiguen a caballo y lanza en mano al bravo y desprotegido animal para, cobardemente, ir clavándole a lo largo y ancho del río Duero el venablo de la vergüenza más absoluta. Por lo visto, el hecho de convertir a un ser inocente en una inmensa herida envuelta en sangre y dolor, despojándola del más mínimo rasgo de honorabilidad, es lo que seduce y pone a prueba la "hombría" de estos deshechos humanos que se deleitan con impúdica y repulsiva satisfacción ante el execrable esperpento de masacrar a un animal privado de toda posibilidad de pelear por su supervivencia. Es palpable y evidente que todo el "peso" de la España "profunda" sigue, por desgracia, muy latente en la actualidad cuando, en lugar de eso, la compasión por todas las criaturas vivientes debería ser el mayor de nuestros atributos. Al recordar las imágenes del horror y la bestialidad de años anteriores, así como el innecesario sufrimiento y martirio de un ser que tiene la capacidad de SENTIR y por ende de SUFRIR, me parece tan increíble como intolerable que políticos y moralistas no denuncien con denuedo el abuso constante y obsceno que sufren los animales. Aunque teniendo en consideración que el Hombre es la única especie que bebe sin tener sed, que come sin tener hambre y que mata sin ninguna razón, resulta lógico que  tengamos los representantes caducos y mediocres que se merece una sociedad enferma y trasnochada.
     Desde este escrito quiero hacer un merecido reconocimiento para todos aquellos espartanos inmiscuidos en la defensa por los derechos de los animales que hacen de su día a día una lucha incansable contra la intolerancia y la crueldad, portando entre sus manos la bandera de la compasión y el estandarte de la justicia ante un mundo ciego y ruin. Mi tristeza y pesadumbre acompañada por una humilde solicitud de perdón para todos los seres inocentes a quienes los barrotes constituyen su único paisaje, para aquellos que están siendo apaleados, abandonados o torturados, para los que en este preciso instante tienen en su cuello un cuchillo a punto de privarles de su bien más preciado... la vida, y a todos aquellos que serán asesinados en el futuro.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Gladiador en Roma, torero en España

     Roma, año 100 de Nuestra Era.
     Es mediodía, el calor sofocante y una ingente multitud deseosa de abrazar la violencia en su estado más puro, abarrota los graderíos del Coliseum con la esperanza de ver sangre... mucha sangre.
     Los lanistas, en su eterno coqueteo con la potestad, otrora divina, de elegir sobre la vida y la muerte de unos perdedores sin remisión ni oportunidad, escrutan la amalgama de guerreros de miradas serias y actitudes sombrías que saldrán a la arena a divertir a la chusma, muriendo muchos de ellos por algo tan absurdo e incoherente como el mórbido apetito humano por la atrocidad y el salvajismo.
     Mirmillones, tracios, secutores, reciarios y hoplomachus aguardan con estoicismo la decisión del caprichoso dedo del destino, que decidirá si el fin de su existencia será hoy o si por el contrario podrán sentir los latidos de su corazón un día más.
     Alea jacta est... las Parcas han decidido que un tracio y un hoplomachus miren de frente a la muerte en la jornada inaugural de los juegos. Tras un breve gesto del egregio rostro del emperador Trajano, henchido de orgullo por su reciente racha de victorias en el Danubio, suena el cuerno de la sinrazón que da por iniciado el combate.
     La plebe aulla cuando los gladiadores toman posición en el centro de la arena. Se les ve pequeños, insignificantes, como dos títeres en medio de un escenario de proporciones descomunales. Gélidas y retantes miradas presiden un desesperado canto por la supervivenvia.
     Con gesto agresivo y sólidamente plantado sobre sus fuertes piernas, el hoplomachus adopta una actitud de espera manteniendo el escudo apretado con fuerza contra su pecho. Por su parte, el tracio, sujetando la espada contra el muslo derecho, se lanza sobre su oponente, pero éste evita el golpe con un ligero movimiento de todo su cuerpo. La gente, extasiada, ruge con vehemencia esta primera acometida. Esto solo es el preludio, las armas chocan ahora en una coreografía perfectamente sincronizada, en la cual ambos paran y atacan de forma sucesiva infinidad de veces. Fintas, ataques con sus correspondientes defensas, y hábiles juegos con la espada se suceden sin cuartel. A pesar de la intensidad del duelo, ambos hombres apenas realizan movimientos bruscos, tienen en su haber un gran número de triunfos que les permite atesorar la suficiente experiencia para evitar movimientos inútiles. La habilidad y la técnica son valiosísimas, pero no hay que olvidar la resistencia, que será la que propicie, o no, aguantar en el combate a un hombre durante todo el día, a pleno sol y en medio de sus heridas.
     Ya fuere por el cansancio acumulado o por un certero mandoble del rival, el tracio da con sus huesos en el suelo. La chusma, exacerbada, grita unánimemente desde las repletas gradas - "se lo ha merecido". No obstante, el caído se recupera con cierta dificultad apoyándose con una mano sobre la arena para mantener el cuerpo lo más erguido posible, y seguir peleando. El hoplomachus, arengado por un público enardecido, asedia a su contrincante que a estas alturas de la lucha parece incapaz de mantener la verticalidad y logra acorralarlo contra el muro. Las embestidas son cada vez más encarnizadas y contundentes, hasta que en una de ellas el filo de su espada logra penetrar el costado del tracio que se desploma en medio de un charco de sangre. El vencido, sin ninguna posibilidad de retomar el combate, pide clemencia desde el suelo levantando la mano. Las hordas de bárbaros sanguinarios que pueblan el Coliseum se vuelven ahora hacia el majestuoso y divino Trajano solicitando, con el pulgar en horizontal y en dirección a la garganta, la muerte del desdichado gladiador que yace abatido. El emperador del imperio más grande del mundo antiguo, contagiado por el ardor y la inmisericordia de una turba cegada por la brutalidad, cede y condena al pobre desgraciado que es atravesado, sin piedad, por un certero golpe entre la clavícula y el omoplato. Envuelto en un manto sangriento, los ojos del tracio se apagan mientras alberga la esperanza de, quizá, viajar hacia los Campos Elíseos.


     Madrid, año 2012 de Nuestra Era.
     Son las cinco de la tarde, el calor sofocante y una ingente multitud deseosa de abrazar la violencia en su estado más puro, abarrota los graderíos de la plaza de Las Ventas con la esperanza de ver sangre.... mucha sangre.
     Atrás ha quedado la paz y el remanso de la dehesa, la verde y húmeda hierba constituye ahora un vago recuerdo mientras un pequeño campo de concentración rodante transporta, encajonadamente, a un noble animal rumbo hacia su triste e inmisericorde destino.
     El duelo se acerca, la batalla está próxima. Sin embargo, la imparcialidad no será precisamente la bandera de esta lucha desigual. Haciendo un ejercicio de supina cobardía al astado se le arrojan sacos de arena sobre los riñones y se le recortan arteramente sus más preciados atributos de gallardía, los cuernos. El veredicto en este simulacro de combate entre hombre y animal ha sido determinado con antelación, la injusta condena por un crimen no cometido ha de ser firme, tajante y para asegurar su felona resolución se practican cortes en las patas traseras del animal que son tapadas con aguarrás para no mostrar al mundo la cobardía de quienes la propician.  La victoria del sinsentido deber ser absoluta, apoteósica y para que no quede el menor resquicio a la sorpresa se le administran laxantes, se le colocan algodones en la nariz y se le clavan alfileres en los testículos. Finalmente  y como colofón a este canto a la "equidad", se unta los ojos del bravo morlaco con vaselina... No podrá ver con claridad el rostro de su asesino.
     El toro, cegado por la luz y la traición, irrumpe en el coso donde una caterva de desalmados vociferan anhelantes su dosis de crueldad. La suerte está echada.
     Un distorsionado rostro disfrazado de muerte le provoca y le aterra; apelando al más primario de los instintos en todo ser vivo se defiende... atacando. Sus embotados sentidos y su cuerpo mancillado hacen que por su mente pase un sentimiento cercano a la incredulidad. ¿Por qué estoy aquí?
     Otro enemigo hace acto de aparición en el ruedo a lomos de un caballo, hierático e implacable clava la pica de la vergüenza en su maltrecho cuerpo, diez centímetros de caduca y arcaica brutalidad penetran sin compasión dentro de su ser. El elenco de descerabrados que asisten al martirio consentido, reflejan en sus rostros desencajados el súmmun del éxtasis cuando ven surgir borbotones de sangre de las entrañas del animal.
     La sed se torna implacable, el dolor extenuante mas no ha concluido aún este macabro ritual. Las banderillas, símbolos de la ignorancia de una tradición ancestral plagada de sadismo y perversidad, cercenan músculos y venas, dignidad y vida. Hemorragias incontrolables se apoderan de un majestuoso ser que , incrédulo e impotente, asiste como actor principal  a la película de la barbarie e impiedad más aberrante.
     Las fuerzas fallan y el indómito espíritu de supervivencia va emprendiendo, sin prisa pero sin pausa, un obligado peregrinaje hacia el cada vez más cercano reino del martirio. Frío e implacable, un grotesco fantoche vestido con la  indumentaria del irracionalismo más absoluto, alza la espada de la injusticia clavando cuarenta centímetros de la más genuina esencia humana en el maltrecho organismo del astado. La aorta y la vena cava son cortadas, el sufrimiento se acaba y la vida se despide. Una vez más el cavernoso barbarismo ha triunfado para deleite del vulgo, que puesto en pie, dirije su mirada hacia el moderno emperador solicitando recompensa para el verdugo.