martes, 21 de junio de 2011

Homenaje a Canelo


    

En determinadas ocasiones tenemos la inmensa fortuna de que pase por nuestras manos una historia que nos conmueva, que nos haga replantearnos el cómo o el porqué de las cosas, que abra ante nuestros ojos un universo de altruismo y de bondad... esta es la historia de Canelo y merece ser contada. 
  
 



     Canelo, perro de andares pausados y lánguida mirada, era el único apoyo de su amigo, un vagabundo aquejado de una grave enfermedad renal que le obligaba cada semana a pasar por la unidad de diálisis del Hospital Puerta del Mar de Cádiz. Para este aherrojado de la vida a quien el caprichoso dedo del destino le había dado cruelmente la espalda, la compañía del cariñoso animal era su principal consuelo, su única fuente de cariño en un mundo atroz y despiadado. Juntos caminaban con paso firme y ojos entristecidos por unas calles plagadas de orgullosa indiferencia, pero con atisbos de contenida felicidad en la esperanza de que ese día que acababa de empezar brillaría más que el anterior.
     Una buena mañana, ni mejor ni peor que cualquier otra de obligada visita al hospital, el enfermo se despide de su fiel compañero con una tierna caricia y su frase de costumbre: «espérame aquí, chaval». Canelo, obediente, se acurruca silencioso en una esquina de la entrada intentando pasar desapercibido de toda aquella barahúnda de andares apresurados y voces extrañas que se despliegan a su alrededor... y aguarda.
     En el horizonte, como una oscura premonición, nubes de tormenta entenebrecen el firmamento con tintes azabachados y las cumbres de los edificios se encapotan con el celaje de una niebla amedrentadora. La fatalidad, compañera inseparable de los más desafortunados, planea inmisericorde sobre el centro sanitario posando su decrépito aliento en la desgastada silueta del amigo de Canelo... no volverá a salir con vida del hospital. Tras una larga complicación, su cuerpo, desmadejado por el dolor y vapuleado por los rigores de una sociedad depredadora, deja de respirar y viaja en pos de un lugar más justo y bondadoso.
     Nuestro can, ajeno al suceso, sigue esperando con impertérrita abnegación a que su compañero salga como tantas otras veces de aquella puerta traidora. Trancurren las horas y un colosal trueno estremece la bóveda celeste con su horrísona carcajada. Canelo, algo inquieto, eleva sus nobles ojos al cielo y en su pensamiento se vislumbra una sensación extraña, parecida a «algo debe ir mal», pero no se mueve, continúa impasible en un recoveco de «la Residencia» esperando esa voz y esas caricias que tanto anhela.
     En su lento transcurrir, las horas se convierten en días y los días en semanas. Las semanas a su vez van dando paso a los meses y Canelo continúa aguardando a que la desgarbada figura de su compañero cruce el umbral de aquella puerta que lo engulló mucho tiempo atrás. Apenas come, su caminar se ha vuelto lento y su mirada más triste, pero entregado y fiel, acude diariamente a su cita con su nueva amiga... la soledad. Cuando llega cada mañana a su nuevo hogar, la entrada del hospital, no molesta a nadie, no perturba el pasisaje con su presencia, tan solo se hace un ovillo en una fría esquina y dirije sus nostálgicos ojos hacia el lugar por donde espera ver salir a quien le protege y le quiere... pero no aparece.
     Los meses van pasando con la inclemente lentitud de un recuerdo congelado por la tristeza dando una melancólica bienvenida a los años, que desfilan ante Canelo como un grotesco cortejo de pesares y sentimientos marchitos. Pero este ser maravilloso y excepcional sigue encaminando sus pasos, cada vez más cansinos y agotados, hacia el punto donde vio partir por última vez a su amigo en aras de una curación esquiva. Canelo, en su maravillosa sencillez no entiende que el azar, despótico e intransigente, se ha confabulado con las arpías garras de la muerte y no permitirá volver a su protector, a su amigo. No obstante, el perro, en su universo de sombras y bondad, continúa conservando un instinto ancestral donde atesora la esperanza de que en algún momento volverá a aparecer, y corretearán de nuevo por los parques y las plazas como hacían antaño en medio de aquellos divertidos juegos y sinceras carantoñas que simbolizaban todo el afecto que había entre los dos.
     Mientras tanto, el leal comportamiento de nuestro protagonista se ha convertido ya en un icono para el pueblo gaditano. Admirado y querido, ha conseguido sobrevivir a una artera denuncia impulsada por unos miserables carentes de compasión que ansiaban ver cómo sus frágiles y añosos huesos se amortajaban en la frialdad de una perrera. El clamor popular en forma de indulto oficial y permanente, impide el funesto desenlace, y el desgalichado contorno de Canelo prosigue su familar peregrinaje por las calles de Cádiz. Es acogido por gentes de bien en varias ocasiones, sin embargo, el honesto animal siempre se escapa, y no por capricho o desagradecimiento sino porque su sitio está en la puerta del hospital... esperando.
     Un frío día de principios de diciembre el sol se escondió tras un toldo negruzco, y la señora oscura, furibunda e insaciable, volvió a rondar despiadada por la apacible Tacita de Plata. Canelo, apenas sin energía, con la vista cansada y las articulaciones doloridas por el indolente paso del tiempo, cruza con esfuerzo la callejuela que le separa de su lugar de eterna espera. Un fuerte ruido embalsamado con las estridencias de la muerte le sorprende. Sus reflejos, otrora prestos, reaccionan con lentitud y no puede ver con la suficiente antelación cómo un vehículo conducido por un desaprensivo le golpea sin piedad, dándose cobardemente a la fuga. Nuestro héroe, transido por el dolor y tiñendo de púrpura el asfalto gaditano, gira con devoción su cabeza en un último y supremo esfuerzo por posar su mirada, que se va apagando de forma lenta e inexorable, en la puerta del hospital. Sus ojos, tranquilos y limpios, transmiten una gran serenidad... serenidad que tan solo puede provenir de un corazón puro. Su ensangrentado hocico esgrime una mueca parecida a una sonrisa de felicidad, porque a través de la brumosa niebla que se está formando a su alrededor puede ver a su compañero, a su amigo, que le sonríe y se acerca con los brazos abiertos para abrazarle y acariciarle como tanto echaba de menos. Canelo piensa: «por fin volvemos a estar juntos».  



      
     Esta es una historia completamente real, la de un ser excepcional, fiel y noble que supo ser libre y leal hasta la muerte. Doce años estuvo Canelo aguardando a que su amigo (me he negado en todo el relato a llamarle amo o dueño) saliese del hospital  en un ejemplo de amor totalmente maravilloso. Desde este teclado, con la mayor humildad de la que puedo hacer gala, mi más sincero reconocimiento para este perro cuyo excelso comportamiento me ha ayudado a intentar ser un poco mejor como persona. Mi admiración absoluta a este noble animal al que los gaditanos han honrado dándole su nombre a una calle y colocando una placa con una inscripción en la que se realza la lealtad de este perro extraordinario. Este es un homenaje para ti y solo para ti... Canelo.



                       

8 comentarios:

  1. Que historia más conmovedora, me has emocionado.

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  2. Hermosa historia, me ha hecho llorar... No cabe duda de la grandeza de estos hermosos animales...!!

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  3. lo que ellos hacen por nosotros NADIE es capaz de hacerlo,dan todo sin recibir nada, cada día amo mas a los animales.

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  4. liindiiziimaa hiiztoriia hojala la "gente" se diera cuenta del amor la lealtad y respeto que nos briindan estos seres divinos ...

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  5. Pebrecito Canelo, que cobarde y mala persona el que lo atropello. Es una historia que realmente llega y nos demuestra que los animales son los únicos que tienen un corazón de oro.

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  6. Es impresionante lo ke pueden llegar a hacer por nosotros!!!! Deskansa en paz Canelo, te lo mereces kampeon!!! Y dar las gracias al Ayuntamiento por ponerle su nombre a una kalle!!!!!

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  7. Son de lo mejor, descansa en paz Canelo porque te lo mereces y un besín para ti allá donde estés. Cuanto amor desinteresando nos pueden llegar a dar. Y por supuesto, tu que has escrito todo esto, para ti mi enhorabuena por hacernos leer esta maravillosa historia que desconocia. Esto es altruismo señor@s, dan sin pedir nada a cambio, ninguno de ellos, a ver si empezamos a aprender, y yo la primera.

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