sábado, 20 de agosto de 2011

¿Por qué lloran los niños soldado? Parte II. (Relato)

     Hoy he marcado dos goles, ha sido un partido estupendo y he disfrutado como pocas veces lo había hecho. Me encanta el fútbol, correr, driblar, chutar y tener la sensación de ser parte de algo, pero lo que me hace más ilusión de todo es lo bien que nos los pasamos juntos. Algunos de mis amigos sueñan con hacerse profesionales e incluso llegar a jugar en Europa. Qué difícil debe ser alcanzar esa meta aunque hay que intentarlo, los sueños son para perseguirlos con ahínco porque nunca se sabe lo que el futuro nos puede deparar. Yo intentaré con todas mis fuerzas ser médico, un buen médico, que tanta falta nos hace en mi país donde siempre estamos rodeados de enfermedades y sobre todo de personas que tristemente nos abandonan para siempre a la más mínima adversidad.
     Intento aprender todo lo que puedo, para eso voy cada mañana al colegio que está a unos cinco kilómetros de nuestro poblado, pero no me importa caminar tanto porque mi padre está muy orgulloso de mí, piensa que un día seré alguien muy importante para nuestra gente y que salvaré muchas vidas. Yo lo quiero mucho, como a mi madre y a mi hermana pequeña, porque sé que se sacrifica por todos nosotros, siempre me apoya y me anima para que siga estudiando... es tan bueno. Es pescador, como antes lo fue mi abuelo, y no hay nada que le impida salir cada día a faenar, haga frío o calor, llueva o tengamos un sol de justicia. No nadamos en la abundancia pero afortunadamente, no como otros muchos, el hambre pasa de largo por nuestra puerta.
     Mi país se desangra por las constantes luchas, no he visto jamás en mis doce años de vida un momento de respiro, cuando no es una cosa es otra, y siempre hay alguien que se cree en posesión de la verdad absoluta dispuesto a asumir que puede arreglarlo todo, pero invariablemente con la misma receta que sus antecesores, matando. Vivimos de forma permanente con miedo, atentos a cualquier mínimo alboroto y con el corazón en un puño. Lo mejor para nosotros es que el olvido se adueñe de este lugar y que se convierta en invisible a ojos del mundo mientras no obtengamos la tan ansiada libertad.
     Hoy vamos a celebrar que mi hermanita cumple dos años, está tan guapa que me la comería a besos. Mi madre anda loca de contenta yendo de un sitio a otro con la preocupación de conseguir que sea un día mágico. Va a preparar una comida  muy especial e incluso mi padre ha terminado antes de pescar para estar con nosotros. Ojalá fuera siempre así.
     Estábamos todos a punto de comer cuando de súbito se han escuchado ruidos por todas partes, perecían disparos, la pequeña se ha puesto a llorar y la cara de mis padres denota nerviosismo y preocupación. Se empiezan a escuchar gritos por doquier, la gente corre aterrorizada y hay varias chabolas contiguas a la nuestra envueltas en llamas. Disparan a quemarropa asesinando a ancianos, hombres, mujeres y niños sin distinción... ¿quiénes son estos bárbaros? Hemos salido de la choza y corremos sin rumbo fijo y totalmente asustados, mi padre lleva a mi hermana en brazos y mi madre nos sigue a corta distancia. Hay un bosque cerca, lo veo, intentaremos llegar hasta él. Otros como nosotros intentan, la mayoría en vano, alcanzarlo también.
     Acabo de oír el grito desgarrador de mi madre, la han alcanzado de un disparo y mi padre se ha detenido en seco. Está en en el suelo y no puede levantarse, veo que a su alrededor se está formando un charco de sangre y me mira, me mira sin proferir ni un sonido pero sus ojos, ahora serenos, me trasmiten el profundo amor de toda una vida de dedicación y ternura mientras poco a poco se van apagando. Mi padre, con la pequeña aún en sus brazos me chilla para que siga coriendo, que no me detenga. Tardo en reaccionar pero hago lo que me dice, el bosque está cerca, muy cerca, pero me están alcanzando, cada vez los tengo más pegados a mí, no sé si lo lograré...
     Cómo me duele la cabeza, me han golpeado muy fuerte con algo duro y creo que tengo un buen chichón. Estoy en el interior de una camioneta, hay más niños como yo aquí dentro, algunos lloran, otros permanecen todavía inconscientes y el resto tiene la mirada vacía, perdida. ¿Qué le habrá pasado a mi padre y a mi pequeña?
     Nos tienen encerrados en una especie de cobertizo muy oscuro, apenas nos dan de comer y de vez en cuando entran como fieras salvajes profiriendo alaridos y pegándonos con varas de madera. Cuando se han marchado nos apretamos unos contra otros temblando de miedo y lo que es peor, no sabemos qué futuro nos aguarda. Estamos aterrorizados.
     Hoy nos han vendado los ojos y nos han obligado a repetir en voz alta y durante varias horas cosas terribles como "matar es tu deber", "la sangre de tu enemigo debes derramar" y frases por el estilo. Luego nos han estado diciendo que nuestras familias no valían nada, que eran unos cobardes y que nosotros somos el futuro de una nueva era. ¿Por qué me está pasando esto?
     No sé cuánto tiempo llevo aquí, me han enseñado a disparar y se ha convertido en una especie de juego para mí, además, pelearme es algo cotidiano y soy el más fuerte. Apenas recuerdo el rostro de mi madre ni los consejos de mi padre, y si alguna vez tuve una hermana pertenece más al reino de los sueños que a la realidad. Todo me da igual, sobre todo después de que me inyectan en el brazo esa rara sustancia que hace que lo vea todo diferente, noto que me transforma en alguien invencible.
     Hay un gran alborozo porque han traído prisioneros al campamento, los han capturado en una razia esta mañana. Están muy asustados y nosotros azorados porque nos han dicho los jefes que será nuestra gran prueba de fuego, que hoy nos convertiremos en verdaderos hombres por fin.
     Tengo la metralleta en mis manos y han colocado a un infeliz delante de mí, tiembla, balbucea, reza y suplica, pero no le servirá de nada, está perdido. El elixir del poder que me han inyectado hace un rato me dará la fuerza necesaria para que no dude ni un instante en acabar con él, voy a cumplir con mi deber de soldado, de patriota. Lo miro por última vez, sus ruegos no me conmueven y apunto mi arma .... pobre desgraciado. Ha caído como un espantapájaros, hay sangre por todos lados. Lo he hecho, lo he conseguido, todos mis compañeros me vitorean y mis superiores me felicitan. Ya soy un hombre, un gran guerrero del nuevo orden.
     Por fin entramos en combate, vamos a cazar rebeldes y no debe de quedar con vida ni uno de esos cobardes. Acechamos un poblado, voces de mujeres y niños se escuchan en lontananza, no sé por qué pero todo esto me resulta vagamente familiar, los árboles, los campos, el mar, es como si tuviese toda esta información guardada en un cajón de mi memoria pero que se negara tozudamente a salir. De repente nos dan la orden de atacar y como un resorte comenzamos todos a disparar, sin miramientos, sin distinciones, van cayendo a nuestro alrededor hombres y mujeres cuyo único pecado ha sido encontrarse en el lugar más inoportuno en el momento menos imdicado... al alcance de nuestras balas.
     La batalla o mejor dicho la masacre ha sido un rotundo éxito, no ha escapado nadie con vida. Seguro que cuando regresemos al campamento nos recompensan de alguna forma, quizá con una dosis mayor de esa extraña pócima de poder que me inyectan y consigue que me sienta invulnerable..
     Regresamos por un territorio diferente por el que vinimos, me han dicho que me adelante y que explore el terreno. Es algo peligroso, pero como soy muy valiente es un honor para mí que me encarguen estas misiones. Todo es calma y quietud y un silencio sepulcral se ha apoderado de estos parajes, no me da buena espina. De pronto escucho justo a la altura de mis pies una especie de clic y acto seguido se produce una tremenda explosión. Salgo violentamente despedido en dirección contraria aterrizando con un tremendo y descomunal golpe. Estoy tendido en el suelo, boca arriba y escucho voces lejanas, creo que son mis compañeros pero casi no las oigo, no siento dolor ni tampoco las piernas. Es curioso lo que me está pasando porque estoy mirando en dirección al Sol y no me
ciega ni tampoco me deslumbra, por el contrario sí veo con total claridad la cara de mi madre, por fin la vuelvo a recordar, sonriéndome como antaño. También veo a Emira, mi hermanita, haciéndome gestos para que me acerque con sus manecitas... no sabía que la echaba tanto de menos. Y tras ellas dos, mi padre, hablándome con dulzura y amabilidad, como hacía tantas y tantas veces, aconsejándome, protegiéndome, animándome para que estudie y me convierta en un gran médico. Siento en lo más hondo de mí una gran paz, una tranquilidad tan inmensa como no podía imaginar que pudiera volver a sentir, y voy hacia ellos para no volver a separarme jamás de su lado, porque me quieren y me esperan.
    


    
    
    
    

1 comentario:

  1. El triste final de un niño "soldado" será su propia muerte. Ni tan siquiera son capturados para sobrevivir, lo son para combatir hasta que perecen creyendo que lo hacen por un deber. Jamás un niño debería ver, vivir y sentir semejante barbarie. Y que el resto del mundo gire la cabeza hacia el otro lado... IMPERDONABLE.

    ResponderEliminar