viernes, 9 de septiembre de 2011

De las Termópilas a Tordesillas. Muerte y libertad

     Hace aproximadamente dos mil quinientos años tuvo lugar en la tierra que vio nacer la democracia y la libertad, una batalla que enfrentó a unos pocos contra el más colosal y numeroso ejército jamás reunido hasta la época.     
     Esos pocos, guerreros valientes... hombres libres, albergaban en su corazón la férrea voluntad de defender unos ideales grabados a fuego donde la justicia y la igualdad sustentaban los cimientos de una incipiente construcción en la que el ser humano NO debería ser pisoteado por otro ser humano.
     Ira y fuego, sangre y honor, presidieron los tres días que duró el combate. La ingente desigualdad no dio opción a la suerte ni al milagro, la valentía y el arrojo no pudieron contener a la barbarie y el oscurantismo. Sin embargo, la historia o más bien el juicio supremo del paso del tiempo, ha emitido su particular veredicto sobre quién fue el gran vencedor en las Termópilas.
     Las huestes de Leónidas, pequeñas en número pero grandes en determinación, sabían que eran poseedoras de la verdad y la esperanza en un futuro mejor. Coraje y ansia, valor y muerte, fueron fieles e inseparables compañeros hasta el final de ese puñado de hombres libres cuyas ideas y principios fueron más importantes que su propio sufrimiento, que su propia existencia. La masacre de las Termópilas convirtió una derrota en victoria, la muerte en vida, la esclavitud en un canto a la libertad.
     Todas las épocas de nuestra cruel y dramática historia están plagadas de ejemplos y situaciones similares, donde la sinrazón y la inclemencia del camino fácil, el sinsentido y la insolidaridad del sendero cómodo, mueven nuestra cotidianidad, convenientemente dirigida, en pos de los intereses más abyectos de unos cuantos desaprensivos carentes de cualquier escrúpulo y compasión. La desigual lucha de aquellos que tenemos la firme convicción de que los animales, tanto humanos como no humanos, NO deben ser explotados, humillados, vejados, torturados y asesinados es, con casi veinticinco siglos de diferencia, la misma en proporción numérica que la de aquellos valerosos espartanos al frente de la coalición griega ante el semidiós y rey de reyes, Jerjes. No obstante, esa pequeña luz rodeada de inmensa oscuridad posee, igual que antaño, la fuerza y el valor, la valentía y la determinación, para que nuestras palabras pero sobre todo nuestros hechos, sean recordados y tengan su eco en la eternidad.

     Voy a escribir ahora sobre una realidad más cercana en el tiempo, cuya puntual y macabra cita con el calendario tendrá lugar en unos días... la fatídica "celebración" del toro de la VEGA en el municipio vallisoletano de Tordesillas.
     Cuando conoces los pormenores de este sinsentido es difícil entender cómo los seres humanos pueden comportarse con semejante violencia e inmisericordia, y mucho menos comprender la "argumentación" de esta nefasta tradición... básicamente porque no hay explicación remotamente racional que sea capaz de sustentarla.
     Una criatura noble y majestuosa será privada vilmente de su dignidad para capricho y satisfacción de una caterva de miserables disfrazados de "gallardos guerreros" que dando rienda suelta a su depravación más denigrante, persiguen a caballo y lanza en mano al bravo y desprotegido animal para, cobardemente, ir clavándole a lo largo y ancho del río Duero el venablo de la vergüenza más absoluta. Por lo visto, el hecho de convertir a un ser inocente en una inmensa herida envuelta en sangre y dolor, despojándola del más mínimo rasgo de honorabilidad, es lo que seduce y pone a prueba la "hombría" de estos deshechos humanos que se deleitan con impúdica y repulsiva satisfacción ante el execrable esperpento de masacrar a un animal privado de toda posibilidad de pelear por su supervivencia. Es palpable y evidente que todo el "peso" de la España "profunda" sigue, por desgracia, muy latente en la actualidad cuando, en lugar de eso, la compasión por todas las criaturas vivientes debería ser el mayor de nuestros atributos. Al recordar las imágenes del horror y la bestialidad de años anteriores, así como el innecesario sufrimiento y martirio de un ser que tiene la capacidad de SENTIR y por ende de SUFRIR, me parece tan increíble como intolerable que políticos y moralistas no denuncien con denuedo el abuso constante y obsceno que sufren los animales. Aunque teniendo en consideración que el Hombre es la única especie que bebe sin tener sed, que come sin tener hambre y que mata sin ninguna razón, resulta lógico que  tengamos los representantes caducos y mediocres que se merece una sociedad enferma y trasnochada.
     Desde este escrito quiero hacer un merecido reconocimiento para todos aquellos espartanos inmiscuidos en la defensa por los derechos de los animales que hacen de su día a día una lucha incansable contra la intolerancia y la crueldad, portando entre sus manos la bandera de la compasión y el estandarte de la justicia ante un mundo ciego y ruin. Mi tristeza y pesadumbre acompañada por una humilde solicitud de perdón para todos los seres inocentes a quienes los barrotes constituyen su único paisaje, para aquellos que están siendo apaleados, abandonados o torturados, para los que en este preciso instante tienen en su cuello un cuchillo a punto de privarles de su bien más preciado... la vida, y a todos aquellos que serán asesinados en el futuro.

1 comentario:

  1. Ante esto solo puedo hacer una cosa, difundirlo. Que la gente sea consciente de lo que de verdad se hace en esas "tradiciones". Sientan el padecimiento de estos animales. Piensen si realmente es necesario seguir comentiendo esos asesinatos en aras del divertimento del peor de los animales... el hombre impasible, insensible, inmisericorde, iracional. Estas manifestaciones de ancestrales costumbres no consiguen entrar en mi humilde masa gris, pero es que tampoco quiero que lo haga. Es horrendo!!

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